Julián Grimau García fue político comunista español, nacido en Madrid en 1911 y fusilado en la misma ciudad en 1963. En su juventud militó en Izquierda Republicana. Al estallar la guerra civil, ingresó en el Partido Comunista de España (PCE). Pasó la guerra en Barcelona, donde se dedicó a labores policiales (su padre, Enrique Grimau, había sido inspector de policía). Al ser derrotada la República, se exilió a Latinoamérica, estableciéndose posteriormente en Francia. Fue uno de los dirigentes del PCE durante la época franquista. En 1954, durante el congreso del partido celebrado en Praga, fue elegido miembro de su comité central. A partir de 1959 se haría cargo de la dirección del partido "en el interior", es decir, en España, donde tuvo que residir clandestinamente a lo largo de varios periodos. Su actividad le hizo ser una de las personas más buscadas por la policía española. Tras su detención, fue juzgado por sus crímenes y fue fusilado por el régimen franquista. La prensa internacional volcó su atención sobre el caso Grimau y hubo manifestaciones multitudinarias en varias capitales europeas y latinoamericanas. Más de 800.000 telegramas llegaron a Madrid pidiendo la paralización de lo que consideraban un juicio farsa. Aún hoy, numerosas ciudades de todo el mundo honran al madrileño con calles y edificios oficiales que llevan su nombre. El escritor y periodista de extensa trayectoría en el franquismo, Emilio Romero Gómez (Arévalo, Ávila, 1917 - Madrid, 2003) recogió en su libro Los papeles reservados, (diciembre 1985) una serie de documentos de testigos que aún vivían y recordaban las torturas realizadas por Julián Grimau en Barcelona durante la Guerra Civil. El periodista recoge testimonios directos de personas torturadas por Grimau. En ellos, se acusa a Grimau de torturas tan salvajes como palizas, aplicación de descargas eléctricas en los testículos, obligación de ingesta de los propios orines, entre otras. La única fuente localizada de este relato se encuentra en la página web de la Fundación Francisco Franco. Grimau fue detenido en noviembre de 1962. La detención se produjo en un autobús en el que viajaban únicamente él y otros dos pasajeros, que resultaron ser agentes de la Brigada Político-Social (policía política). Obviamente, había sido delatado. Fue conducido a la Dirección General de Seguridad, situada en la madrileña Puerta del Sol, en el edificio conocido como Casa del Reloj, que hoy es sede del gobierno de la Comunidad de Madrid. Allí cayó por la ventana desde un segundo piso a un callejón, lo que le ocasionó graves lesiones en el cráneo y en ambas muñecas. Grimau explicó este hecho a su abogado declarando que en un momento dado de la sesión de tortura a la que fue sometido por sus interrogadores, le agarraron y le arrojaron por la ventana, esposado con las manos delante, razón por la cual se fracturó la frente y las muñecas. La policía, por boca del ministro de Información Manuel Fraga Iribarne, declaró por el contrario que Grimau recibió un trato exquisito y que en un momento de su interrogatorio se encaramó a una silla, abrió la ventana y se arrojó por ella de forma "inexplicable" y por voluntad propia. Frente a todas las previsiones, Grimau no fue acusado por su militancia clandestina (lo que le habría valido una condena a prisión) sino por su actividad durante la guerra civil. Fue la última persona procesada y condenada en España como consecuencia de la guerra. La razón de ello es que, probablemente, el régimen quiso dar una lección a la oposición en un momento en el que existía una ola de alta conflictividad social y política. Grimau fue acusado por su trabajo como policía durante la guerra civil. Esa actividad, como todas las ejercidas por miembros de la administración republicana durante la guerra, era calificada de delito de rebelión militar. Aunque el delito se consiguiese probar, técnicamente había prescrito tras los 25 años transcurridos. El tribunal debía probar entonces que se trataba de un delito continuado. En concreto, a Grimau se le imputaban torturas y asesinatos en una checa (centro de detención político) de Barcelona. Dicha imputación, que no fue demostrada en el juicio, se le ha hecho también desde sectores anarquistas, que le acusan de haber sido un prominente miembro del Servicio de Información Militar (SIM) y de haber dirigido la represión contra los acusados del asesinato del agente del SIM Leon Narwicz en 1938. No parece sin embargo que existan pruebas documentales de ello. Además, estas fuentes sitúan la actividad de Grimau en Madrid, no en Barcelona. Sin embargo, a pesar de lo anterior, Jorge Semprún (Federico Sánchez), miembro del Comité Ejecutivo del PCE, escribió en su Autobiografía de Federico Sánchez lo siguiente: A raíz de su detención [de Grimau], y sobre todo después de su asesinato, cuando participé en la elaboración del libro (Julián Grimau — El hombre — El crimen — La protesta, Éditions Sociales, 1963) que el Partido consagró a su memoria, fui conociendo algunos aspectos de su vida que ignoraba por completo mientras trabajaba con él en la clandestinidad madrileña. Así, por ejemplo, yo no sabía que Julián Grimau, pocas semanas después de comenzada la guerra civil, cuando todavía era miembro del Partido Republicano Federal —sólo se hizo comunista en octubre de 1936—, había ingresado en los Cuerpos de Seguridad de la República, trabajando primero en la Brigada Criminal de la policía de Madrid. Un día, mientras preparábamos la confección del libro ya citado, Fernando Claudín, bastante desconcertado y con evidente malestar y disgusto, me enseñó un testimonio sobre Grimau que acababa de recibirse de América Latina. Allí se exponía con bastante detalle la labor de Grimau en Barcelona, en la lucha contra los agentes de la Quinta Columna franquista, pero también —y eso era lo que provocaba el malestar de Claudín— en la lucha contra el POUM. No conservo copia de dicho documento y no recuerdo exactamente los detalles de esta última faceta de la actividad de Grimau, que el testigo de América Latina reseñaba como si tal cosa, con pelos y señales. Sé únicamente que la participación de Grimau en la represión contra el POUM quedaba claramente establecida por aquel testimonio, que fue edulcorado y censurado en sus aspectos más problemáticos, antes de publicarse muy extractado en el libro al que ya he aludido. Grimau fue procesado por un tribunal militar. No existían apenas en España militares con formación jurídica, por lo que bastaba con que fuera abogado el ponente o fiscal, encargado de asesorar a los presidentes del tribunal. En el caso del juicio a Grimau, ejerció de fiscal un habitual de los juicios políticos, Manuel Fernández Martín, que en realidad nunca había estudiado Derecho y desempeñaba el cargo, como muchas otras personas en la época, gracias a que podía declarar que sus títulos "se habían quemado durante la guerra" (fue desenmascarado un año más tarde, tras décadas de ejercicio, y condenado a prisión). El defensor era la única persona con formación jurídica de la sala: el teniente abogado Alejandro Rebollo (que sería diputado años después), a quien la defensa de Grimau le costaría el puesto. El juicio se celebró en los juzgados militares de Madrid el jueves 18 de abril de 1963, con la sala atestada de periodistas. Para Rebollo, el juicio era nulo de pleno derecho (de acuerdo incluso con las leyes políticas de la época y aun sin saber que el ponente era un impostor). Los delitos de torturas no fueron probados: los testigos de la acusación declararon que conocían los crímenes del acusado "de oídas", es decir a través de rumores o testimonios de terceros que no podían comprobarse. Sólo estaba probado que, efectivamente, fue polícía. El delito continuado de rebelión era improbable dado que Grimau había pasado más de 20 años fuera de España tras el fin de la guerra y no existían indicios de su presencia clandestina en el país durante ese tiempo. El fiscal cortó en numerosas ocasiones las declaraciones del acusado y del propio abogado defensor, cuyo alegato no fue tenido en cuenta. Tras apenas cinco horas de juicio, sin deliberación, se dictó como estaba previsto la condena a muerte. En realidad, el juicio por "rebelión militar", en el que se aplicaba la Ley de Responsabilidades Políticas de 1938, hacía previsible la sentencia. Este tipo de juicios sumarísimos en aplicación de una ley creada específicamente para aniquilar a los republicanos no se producía desde los años inmediatamente posteriores a la guerra. En su periodo de apogeo, acababan invariablemente con una sentencia de muerte, tanto que a menudo los bedeles del tribunal se permitían hacer sin reparos una broma macabra que se hizo famosa: "que pase la viuda del acusado". El fiscal Fernández Martín actuaba con frecuencia en estos juicios y su afición a la pena de muerte era también famosa. Por otro lado, el Consejo de Ministros del 1 de abril de aquel año 1963 había aprobado la creación del Tribunal de Orden Público, que pretendía dar carpetazo definitivamente a la legislación represiva aprobada en el marco de la guerra civil. A Grimau le habría correspondido ser juzgado por este tribunal, que no habría dictado pena de muerte sino de prisión. Por ello, para asegurarse de que Grimau sería ejecutado, Franco dispuso que la entrada en vigor de la ley se retrasara hasta después del fusilamiento. Precisamente por lo inusitado del procedimiento, eco de una guerra que por otro lado el franquismo parecía querer enterrar (comenzaban a prepararse los actos de los "veinticinco años de paz"), y porque se esperaba lo peor, desde el anuncio de los cargos contra Grimau se desató una reacción internacional de protesta y presión sin precedentes en ningún aspecto relacionado con España. La prensa internacional volcó su atención sobre el caso Grimau y hubo manifestaciones multitudinarias en varias capitales europeas y latinoamericanas. En algunos puertos, los estibadores se negaban a descargar los barcos españoles, y más de 800.000 telegramas llegaron a Madrid pidiendo la paralización de lo que consideraban un juicio farsa. La presión no pareció afectar al general Franco, que en su línea habitual la atribuyó a una "conspiración masónico-izquierdista con la clase política". Manuel Fraga, en su calidad de ministro de Información y Turismo, inició una intensa campaña dirigida a la prensa internacional atribuyendo a Grimau los mayores crímenes. Tras la lectura de la sentencia, sólo cabía la posibilidad de que Franco conmutara la pena por otra de prisión. Numerosos jefes de Estado se pusieron en comunicación con él para hacerle esta petición, entre ellos el papa Juan XXIII y el líder soviético Nikita Jrushchov, lo que tampoco tenía precedentes: era la primera vez que un dirigente soviético se dirigía oficialmente al régimen franquista. Dentro de España, algunas personalidades cercanas al régimen pidieron también clemencia. El Consejo de Ministros, formado por 17 personas, se reunió el 19 de abril. Duró diez horas, aunque al parecer sólo Fernando Castiella, titular de Exteriores, y Vicente Fernández Bascarán, subsecretario del Ministerio de la Gobernación y ministro en funciones aquel día, manifestaron su oposición a la ejecución de la sentencia, alarmados por la presión internacional y las consecuencias que podía tener en la política exterior española. Su oposición fue sin embargo más bien tímida, ya que Franco finalmente exigió una votación y la decisión de firmar la sentencia se tomó por unanimidad. Julián Grimau, entre tanto, pasaba en el cuartel militar del barrio de Campamento sus horas de capilla, es decir, las previas a la ejecución de la pena, en compañía de su abogado, de acuerdo con las ordenanzas militares. Hacia las 5 de la madrugada del 20 de abril, fue trasladado en una furgoneta al campo de tiro del cuartel, donde debía ejecutarse el fusilamiento. En principio, correspondía a la Guardia Civil formar el pelotón, pero sus mandos se negaron a hacerlo. El capitán general de Madrid rehusó también que el pelotón fuera integrado por militares de carrera, que era la segunda opción. Parece ser que fue el propio Franco quien dio la orden de que los ejecutores de Grimau fueran soldados de reemplazo, y así se hizo. Jóvenes, asustados y sin experiencia de tiro, según los testigos, dispararon a Grimau 27 balas sin lograr acabar con su vida. Fue el teniente que mandaba el pelotón quien hubo de rematar a Grimau de dos tiros en la cabeza. Según confesó años más tarde a la familia del fallecido, este acto le persiguió durante toda su vida, hasta el punto de que acabó sus días en un psiquiátrico. Julián Grimau fue enterrado en el cementerio civil de Madrid. Con la llegada de la democracia, a partir de 1975, se abría teóricamente la posibilidad de revisar el caso Grimau y el de otras víctimas de la dictadura. Sin embargo, los acuerdos conocidos como Pactos de la Moncloa supusieron de facto una Ley de Punto Final y del silencio, de la que el PCE fue el mayor valedor. En términos generales, se procuraba olvidar los aspectos más oscuros del régimen anterior y enterrar definitivamente la memoria de la República y la guerra. En los años 1980, según testimonios de militantes del PCE y de familiares de Grimau, el ayuntamiento de Madrid, a la sazón dirigido por Enrique Tierno Galván, del Partido Socialista Obrero Español, propuso extraoficialmente rebautizar la avenida del Mediterráneo como avenida de Julián Grimau (existen calles y edificios públicos con el nombre de Grimau en numerosas ciudades fuera de España). El PCE se negó, mostrando así su voluntad de enterrar el asunto. Desde mediados de los años 1990, sin embargo, la consolidación de la democracia y el tiempo transcurrido desde la guerra, además del fallecimiento de la mayoría de sus actores (lo que hacía menos conflictiva cualquier referencia a la misma), ha venido propiciando que se empezara a reivindicar en el ámbito parlamentario la memoria y reparación de los represaliados. Buena parte de las iniciativas en este sentido procedían y proceden de Izquierda Unida, coalición que integra a un PCE ya sin su antigua dirección -bajo el mando de Carrillo- y con las bases que la apoyaban muy mermadas. El 15 de abril de 2002, Izquierda Unida presentó una Proposición no de Ley sobre la rehabilitación pública y democrática de la figura de Julián Grimau, que recibió los votos a favor de todos los partidos con representación parlamentaria excepto el Partido Popular (PP), que a la sazón gobernaba con mayoría absoluta. El PP tenía una razón doble para oponerse y así lo expresó: por principio, es contrario a toda iniciativa política acerca de la guerra y sus consecuencias o el franquismo. En segundo lugar, preveía que el debate sobre Grimau tenía muchas posibilidades de convertirse además en un juicio público al ministro que defendió en todos los medios de comunicación su asesinato, Manuel Fraga, fundador del Partido Popular y entonces presidente de la comunidad autónoma de Galicia. En mayo de 2005, Izquierda Unida presentó una iniciativa similar en la Asamblea de Madrid (parlamento de la comunidad autónoma), para que dicha asamblea inste al gobierno a rehabilitar la figura de Julián Grimau. Esta iniciativa sí ha contado con el respaldo del PP, que cuenta con mayoría absoluta en la cámara.
Lluís Companys
Lluís Companys i Jover (Tarrós, 21 de junio de 1882 - Barcelona, 15 de octubre de 1940) es un político y abogado español, de ideología catalanista e independentista catalán, líder de Esquerra Republicana de Catalunya y presidente de la Generalidad de Cataluña desde 1934 y durante la Guerra Civil Española. Tras la guerra se hizo un firme partidario de la legalidad de la II República española, por lo que de facto abandonó su independentismo. Exiliado tras la Guerra Civil, fue capturado y entregado al Estado español del Franquismo por la Gestapo, la policía secreta de la Alemania nazi, siendo ejecutado por fusilamiento. Liberado en 1936 tras la victoria del Frente Popular, en previsión de un posible golpe militar nombró al capitán Frederic Escofet como Comisario General de Orden Público de Cataluña. Tras el fracaso del golpe de Estado del 18 de julio en Barcelona, Companys decidió dejar partir por el puerto de Barcelona en barcos extranjeros a unas cinco mil personas sospechosas de poca simpatía con el régimen republicano cuya seguridad no podía garantizar en el clima de desbordamiento por la gran cantidad de asesinatos que se produjeron en la retaguardia en los días posteriores. Durante toda la guerra encabezó el Gobierno de Cataluña tratando de mantener la unidad entre los partidos y sindicatos que le apoyaban. Sin embargo, esto fue muy difícil por las tensiones entre comunistas y socialistas agrupados en el Partit Socialista Unificat de Catalunya y anarquistas de la Confederación Nacional del Trabajo, apoyados estos últimos por el POUM. A partir de octubre de 1937 se sucedieron sus enfrentamientos con el Gobierno republicano de Juan Negrín, instalado en Barcelona, y en abril de 1938, tras la ocupación de Lérida, escribió una amarga carta al presidente del Gobierno español, quejándose de las arbitrariedades que estaba cometiendo y de la marginación que sufría el Gobierno catalán. Tras la ocupación de Cataluña por las tropas franquistas, el 5 de febrero de 1939 se exilió a Perpiñán (Francia), trasladándose después a París para trabajar en la representación en el exilio de la Generalidad (Consell Nacional de Catalunya). Terminó sus días en La Baule-les-Pins (Loire-Atlantique) manteniéndose en Francia pese al peligro que corría en un intento por no perder el contacto con su hijo Lluís Companys i Micó (1911-1956), que padecía una grave enfermedad mental. Este hijo había sido fruto de su primer matrimonio con Mercè Micó, de la que se divorció para casarse con Carme Ballester, su segunda y última esposa. Fue allí donde fue arrestado por agentes alemanes de la Gestapo el 13 de agosto y extraditado el 29 de agosto de 1940. La entrega al gobierno del general Franco se realizó a través de la frontera de Irún. Como había sido juzgado en rebeldía en aplicación retroactiva de la Ley de Responsabilidades Políticas (Conocida como la ley de la justicia al revés) por un tribunal especial de Barcelona sólo tuvo que ser juzgado y sentenciado por Adhesion a la rebelión militar, en una jornada en consejo de guerra por un tribunal militar sumarísimo sin garantías. Fue sin dilación fusilado en el foso de santa Eulàlia del Castillo de Montjuic, el día 15 de octubre de 1940. No quiso que se le pusiera una venda en los ojos y se dice que murió diciendo: Assessineu un home honrat. Per Catalunya!!! ("Asesinais a un hombre honrado. ¡¡¡Por Cataluña!!!".)
Ejecuciones en Badajoz durante la Guerra Civil
La masacre de Badajoz se produjo en los días posteriores a la Batalla de Badajoz, durante la Guerra Civil Española, y fue el resultado de la represión ejercida por el ejército sublevado contra civiles y militares defensores de la II República, tras la toma de la ciudad de Badajoz por las fuerzas sublevadas contra la II República española, que se llevó a cabo el 14 de agosto de 1936 por la noche y el 15 de agosto de 1936 por la mañana. Constituye uno de los sucesos más controvertidos de la guerra, pues el número de víctimas de esta matanza varía ostensiblemente dependiendo de los historiadores que la han investigado. Además, al resultar vencedor de la contienda el bando sublevado, jamás se produjo una investigación oficial sobre lo sucedido en la ciudad extremeña. En cualquier caso, las estimaciones más comunes apuntan que entre 2.000 y 4.000 personas fueron ejecutadas, en unos hechos tipificados por varias asociaciones de derechos humanos como crímenes contra la humanidad. También se considera probado que se cometió genocidio, y desde 2007 existen varias denuncias interpuestas para tal consideración. Al mando de las tropas que perpetraron la masacre de Badajoz se encontraba el general Juan Yagüe, quien, tras la guerra civil, fue nombrado ministro del Aire por el general Franco. A partir de estos hechos, Yagüe fue popularmente conocido como el carnicero de Badajoz. Según el censo, Badajoz tenía 41.122 habitantes en 1930, por lo que de ser correcta la cifra de 4.000 ejecutados, el porcentaje de represaliados alcanzaría el 10% de la población. La ocupación de Badajoz formó parte del avance desde Andalucía del ejército sublevado hacia el norte de la península. Su asalto era vital para ellos, pues significaba la unión del ejército del sur con el del general Mola que dominaba el norte. La ciudad se encontraba aislada tras la caída de Mérida unos días antes. El asedio fue llevado a cabo por 2.250 legionarios, 750 regulares marroquíes, y cinco baterías de artillería, al mando del entonces teniente coronel Juan Yagüe. El ataque final se produjo la tarde del 14 de agosto, tras bombardear la ciudad por tierra (a través de la artillería) y aire (mediante bombarderos alemanes Junkers Ju 87, los famosos Stukas) durante la mayor parte del día. El recinto amurallado era defendido por unos 3.000 milicianos republicanos y 500 soldados, al mando del coronel Ildefonso Puigdendolas. Tras abrir una brecha en las murallas por el este, junto a la Puerta de la Trinidad, y lograr el acceso también a la alcazaba, por la Puerta de Carros, se produjo una encarnizada lucha cuerpo a cuerpo, y la ciudad cayó en manos del ejército sublevado. La situación en Extremadura al estallar la guerra civil el 18 de julio de 1936, contenía una serie de aditamentos que la diferenciaban del resto del país, especialmente debido a la Ley de Reforma Agraria, que otorgó a los campesinos (más del 50% de la población activa) la posibilidad de ser dueños de las tierras que trabajaban, a través de la expropiación a los latifundistas y que produjo un enorme enfrentamiento entre clases sociales, sobre todo cuando en marzo los campesinos de Badajoz decidieron acelerar la entrada en vigor de la ley e invadieron las fincas a las que iba a afectar. Desde el estallido de la guerra, se habían producido en la zona algunos sangrientos sucesos, denominados como "represión republicana" que resultaron fatales para el desenlace de Badajoz, pues generales como Queipo de Llano o Juan Yagüe promovieron acciones criminales ejemplarizantes para castigar estas matanzas. Tanto el historiador Francisco Espinosa (La columna de la muerte, 2001), como el ex alcalde socialista y hoy diputado provincial Cayetano Ibarra (La otra mitad de la historia que nos contaron, 2005), relatan estos hechos, especialmente Cayetano Ibarra, que escribe en el libro citado: Localidades como Almendralejo, Azuaga, Burguillos del Cerro, Campanario, Campillo de Llerena, Quintana, etc., fueron escenarios de la represión republicana en los primeros momentos del alzamiento. Pero en ninguno de estos lugares, como en Fuente de Cantos, los hechos ocurridos como reacción de las izquierdas ante la sublevación militar, se producen de forma tan inmediata. Los hechos a los que se refiere el texto fueron el encierro de 56 personas en una iglesia de Fuente de Cantos, y la quema posterior de ésta, entre el 18 y 19 de julio de 1936. Perecieron 12 personas, ocho de ellas quemadas. Según cuenta Cayetano Ibarra en este libro, las tropas franquistas, tras la toma del pueblo, matarían a unas 300 personas. Esta operación se repitió en Almendralejo el 7 de agosto con los encerrados en la cárcel, de los que 28 fueron ejecutados, y en Badajoz, donde también se produjeron ejecuciones entre los partidarios del bando franquista. Durante toda la jornada, se produjeron asesinatos por las calles de la ciudad, incluso de bebés de escasos meses, sobre todo a cargo de legionarios moros. El mismo día 14, Yagüe ordenó el confinamiento de todos los prisioneros -la mayoría civiles- en la plaza de toros. Se instalaron focos en los tendidos para iluminar la arena, y esa noche, comenzaron las ejecuciones indiscriminadas y sin juicios previos. Según artículos publicados por los corresponsales de Le Populaire, Le Temps, Le Figaro, Paris-Soir, Diário de Lisboa y Chicago Tribune se produjeron ejecuciones en masa, y las calles aparecían sembradas de cadáveres. Durante la primera jornada, existen testimonios de que hubo mil fusilados. El periodista norteamericano Jay Allen, en su crónica para el Chicago Tribune habló de 1.800 víctimas (hombres y mujeres) sólo la primera noche. El 15 de agosto, el enviado de Le Temps, Jacques Berthet, enviaba su crónica: "alrededor de mil doscientas personas han sido fusiladas (…) Hemos visto las aceras de la Comandancia Militar empapadas de sangre (…) Los arrestos y las ejecuciones en masa continúan en la Plaza de Toros. Las calles de la ciudad están acribilladas de balas, cubiertas de vidrios, de tejas y de cadáveres abandonados. Sólo en la calle de San Juan hay trescientos cuerpos (…)". El 18 de agosto, Le Populaire publicaba: «Elvas, 17 de agosto. Durante toda la tarde de ayer y toda la mañana de hoy continúan las ejecuciones en masa en Badajoz. Se estima que el número de personas ejecutadas sobrepasa ya los mil quinientos. Entre las víctimas excepcionales figuran varios oficiales que defendieron la ciudad contra la entrada de los rebeldes: el coronel Cantero, el comandante Alonso, el capitán Almendro, el teniente Vega y un cierto número de suboficiales y soldados. Al mismo tiempo, y por decenas, han sido fusilados los civiles cerca de las arenas». El martes 18 de agosto, el Premio Nobel de Literatura francés François Mauriac, publicó en primera plana de Le Figaro un artículo sobre los sucesos de Badajoz que conmocionó a Europa. El 30 de agosto apareció en el Chicago Tribune el famoso artículo de Jay Allen (ver recuadro inferior), en el que narró con gran crudeza los terribles sucesos que había presenciado durante su estancia en la ciudad. El periodista portugués Mário Neves fue uno de los testigos de primera mano de los sucesos de Badajoz, en las crónicas que remitió al Diário de Lisboa, algunas de las cuales fueron censuradas por el gobierno de António de Oliveira Salazar, afín al bando franquista. Neves regresó a Portugal horrorizado por el espectáculo del que había sido testigo, y se juró no volver jamás a Badajoz, pero lo hizo en 1982, para recorrer los lugares donde presenció estos hechos en un documental para televisión. El método para las ejecuciones fue el fusilamiento o ametrallamiento indiscriminado en grupo de personas participantes en la defensa de la ciudad o sospechosas de simpatizar con la República. Fueron llevadas a cabo por los legionarios y regulares moros procedentes del norte de África, fuerzas de la Guardia Civil y mandos locales de Falange Española (sobre este punto hay diversas versiones que apuntan que los regulares moros no participaron en la represión, pues partieron inmediatamente al frente). Posteriormente, la mayoría de los cuerpos fueron quemados junto a las tapias del Cementerio de San Juan. Según testimonios de algunos supervivientes, los fusilamientos se producían en grupos de 20, y luego se trasladaban los cadáveres en camiones al antiguo cementerio, donde eran incinerados y posteriormente depositados en fosas comunes. También se produjeron fusilamientos en otras zonas de la ciudad. Entre los represaliados se encontraban hombres y mujeres afectos a la República, obreros, campesinos, militares que participaron en la batalla, autoridades locales o simples sospechosos. Tras la caída de la ciudad, el alcalde Sinforiano Madroñero y el diputado Nicolás de Pablo, ambos socialistas, cruzaron la frontera y huyeron a Portugal, pero fueron localizados por efectivos del régimen portugués y entregados a las tropas franquistas, que los fusilaron en Badajoz el 20 de agosto, frente a un frontón y sin juicio previo. Posteriormente aparecieron testimonios, publicados el 27 de octubre por el diario La Voz, de Madrid, de que los fusilamientos en la plaza de toros fueron convertidos en una fiesta por los ejecutores, con público en sus gradas presenciando las matanzas, y que incluso algunas víctimas fueron banderilleadas y mutiladas, aunque este extremo nunca pudo ser verificado. En cambio, sí existen evidencias del sadismo con que fue llevado a cabo el exterminio. Tras conocer estos hechos, la propaganda franquista publicitó algunas leyendas y mitos para intentar ocultar la masacre, y algunos de los cronistas internacionales fueron desprestigiados o amenazados.
Aunque debido a los años transcurridos apenas quedan supervivientes entre los testigos de estos sucesos, el historiador pacense Francisco Pilo localizó a varios de ellos y plasmó sus testimonios en uno de sus libros, Ellos lo vivieron, entre los que destaca el de un empleado del ayuntamiento: La guardia civil fue a buscarlo a su casa a las tres de la madrugada del 15 de agosto, "porque había trabajo". (...) Uno de los civiles dijo que cogiera el camión del corral, que nos teníamos que ir a la plaza de toros. (...) A las tres y media llegaron a la plaza. "Dentro del ruedo, a mano izquierda, había varios muertos en fila y nos dijeron que los cargáramos en el camión y nos los lleváramos al cementerio". Volvieron a la plaza y dentro "había más muertos, pero no todos juntos, sino un montón aquí y otro más allá. Después supe que los sacaban por tandas y los iban fusilando. Aquel día dimos por lo menos seis viajes". La masacre de Badajoz tuvo una gran influencia en el desarrollo de la guerra. La publicación en la prensa extranjera de estos sucesos ocasionó que Franco a partir de entonces ordenase el cese de matanzas que pudieran tener gran trascendencia mediática y perjudicase la imagen de los sublevados, y por otro lado, la propaganda republicana publicitó enormemente este hecho, convirtiéndolo en justificante de otros sucesos posteriores, como las matanzas de Paracuellos. A raíz de estos hechos, el oficial nazi Hans Von Funk, uno de los pocos militares de alta graduación alemanes que estuvieron presentes en las operaciones del Ejército Sur, envió un informe a Berlín en el que desaconsejaba el envío de tropas regulares alemanas a España, porque, textualmente: "él es un soldado acostumbrado a la lucha, que ha combatido en Francia durante la Gran Guerra, pero que jamás ha contemplado la brutalidad y la ferocidad con que el Ejército Expedicionario de África desarrolla sus operaciones. Por ello desaconseja el envío de tropas regulares alemanas a España, porque, ante tal salvajismo, los soldados alemanes se desmoralizarían."
Las Madres de Plaza de Mayo
Las Madres de Plaza de Mayo es una asociación formada durante el último gobierno militar de la RepúblicaArgentina con el fin de recuperar con vida a los detenidos desaparecidos, inicialmente, y luego establecer quiénes fueron los responsables de los actos de esa humanidad y promover su enjuiciamiento. Posteriormente tratan de continuar lo que ellas entienden como la lucha que intentaron llevar a cabo sus hijos, mediante la ONG Asociación Madres de Plaza de Mayo, con su Radio, Universidad, Café literario, Plan de vivienda social, Guardería infantil y Programa de televisión. Las Madres de Plaza de Mayo se encuentran divididas en dos grupos, el grupo mayoritario presidido por Hebe de Bonafini y denominado Madres de Plaza de Mayo, y Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, presidido por Marta Ocampo de Vásquez. Las diferencias de la separación fueron políticas, con críticas a la conducción de Hebe de Bonafini sobre la Asociación por supuesta falta de democracia interna y personalismo. Las otras madres en cambio acusaron a Linea fundadora de pertenecer al partido político oficialista y sus aliados, y de apoyar al presidente argentino de ese momento, Raúl Alfonsín. Por otra parte la agrupación Madres de Plaza de Mayo no acepta la reparación histórica monetaria, porque no reconoce la muerte de los detenidos-desaparecidos. Línea Fundadora representa a las madres y familiares que recibieron las reparaciones establecidas por la Ley 24.411 (que incluyó una indemnización económica rechazada por la otra agrupación de las Madres) y aceptan la Ley 24.231 que crea la figura del detenido-desaparecido, Así como sobre la necesidad de preservar la memoria y tener en vista perspectivas históricas. También ofrecieron la reparación económica, doscientos cincuenta mil dólares por cada desaparecido. El que tiene tres o cuatro como alguna de nosotras... millonarias, sin hijos, sin justicia, pero millonarias. Dijimos ¡no! ¡La vida de un joven no puede tener precio, y menos la de un revolucionario! ¡Jamás vamos a aceptar la reparación económica! Hebe de Bonafini. Los hijos de las Madres desaparecieron durante el Proceso de Reorganización Nacional entre 1976 y 1983 (entregaron el poder a Raúl Alfonsín el 10 de diciembre de 1983). La cifra de personas detenidas desaparecidas se estima en 30.000. Es el número que obtuvieron los organismos de derechos humanos a partir de las denuncias y la estimación de casos no denunciados. Según el libro Nunca Más, informe de la Comisión Nacional de Desaparecidos, las víctimas del terrorismo de Estado fueron 9000 personas, por que solo cuentan los denunciados hasta 1983. El comienzo del reclamo nació como una iniciativa de madres de detenidos y desaparecidos el 30 de abril de 1977 en Buenos Aires. Su objetivo inicial era poder tener una audiencia con el Presidente de facto argentino Jorge Rafael Videla. Para ello se reunieron en la Plaza de Mayo y efectuaron una manifestación pública pacífica pidiendo saber el paradero de sus hijos. La elección de la Plaza de Mayo se debe a que está situada frente a la Casa Rosada, sede de la Presidencia y lugar donde tradicionalmente se han efectuado manifestaciones políticas. La idea surgió mientras el grupo inicial de madres estaba esperando que las atendiera el secretario del Vicario Castrense. Una de ellas, Azucena Villaflor de Devincenti, propuso entonces: "Individualmente no vamos a conseguir nada. ¿Por qué no vamos todas a la Plaza de Mayo? Cuando vea que somos muchas, Videla tendrá que recibirnos." Ese mismo día, 14 madres iniciaron una jornada a la cual, con el paso del tiempo, se acercarían otras madres afectadas. Desde entonces, todos los jueves repetirían una caminata (originada cuando las fuerzas de seguridad les exigieron "circular" por causa del estado de sitio) alrededor de la pirámide central de la plaza. Entre aquellas primeras Madres estuvieron: Azucena Villaflor de Devincenti, Berta Braverman, Haydée García Buelas, María Adela Gard de Antokoletz, Julia Gard, María Mercedes Gard y Cándida Gard (4 hermanas), Delicia González, Pepa Noia, Mirta Baravalle, Kety Neuhaus, Raquel Arcushin, Sra. De Caimi y una joven que no dio su nombre. Al viernes siguiente aparecieron más madres, entre ellas Hebe de Bonafini, de la ciudad de La Plata. La presencia de las madres en la Plaza era conocida por comentarios de boca en boca, puesto que así como no existían los "desaparecidos" para la prensa, tampoco existían las Madres. Al tercer día se cambió el viernes por el jueves. Acordaron que fueran los jueves de 15:30 a 16:00 hs. de la tarde por ser un día y una hora en la que transitaba mucha gente por la Plaza, ellas permanecían en grupo y de pie sin caminar. Fueron los policías que custodiaban la plaza quienes les indicaron que marcharan de a dos porque como el país estaba bajo Estado de Sitio estaban prohibidos los grupos de tres o más personas. Comenzaron las marchas alrededor de la pirámide de Mayo, símbolo de la Libertad, que continúan aún hoy. Para reconocerse, comenzaron a usar un pañuelo blanco en la cabeza hecho en un principio con tela de los pañales que se usan para bebés, representando así a los hijos. Ese pañuelo se convirtió en su símbolo. Las Madres intentaron dar a conocer sus dramas y así participaron de marchas religiosas numerosas y populares en las cuales era conveniente que pudieran reconocerse. Entre el jueves 8 de diciembre y el sábado 10 de diciembre de 1977 un grupo de militares bajo el mando de Alfredo Astiz secuestró a un grupo de 12 personas vinculadas a la Madres de Plaza de Mayo . Al secuestrarse a las primeras dos madres, Hebe de Bonafini opinó ante Azucena Villaflor, una de las fundadoras de la organización, la necesidad de suspender la solicitada en el diario que iba a publicarse, hasta que se encontraran a las madres. Villaflor se opuso, expresando que a ellas las buscarían, pero mientras tanto no habría quién buscara a los hijos. Finalmente al día siguiente fue secuestrada en la esquina de su casa en Avellaneda por el Grupo de Tareas 3.3.2 de la Escuela de Mecánica de la Armada. Volvía de comprar el diario donde las Madres habían publicado su primer solicitada. "la desaparición de Azucena, de Mary y de Esther, casi nos hizo tambalear a este grupo que recién se armaba. Lo hicieron para liquidarnos, ellos no pensaron que nosotras íbamos a seguir. De esas Madres lo que hay que saber es que se llevaron las tres mejores Madres que teníamos, porque nosotras veníamos todas de no saber nada, (...) Azucena venía de una familia peronista muy combativa, que ya había vivido mucha presión la familia Villaflor, ella ya había sido sindicalista, trabajaba en una compañía de telefonía y era del sindicato; Mary Ponce trabajaba en la base de la Iglesia del Tercer Mundo y Esther Balestrino de Careaga era una bioquímica que venía huyendo de Paraguay, ella vino y nos dijo que se llamaba Teresa (...) ella era una mujer super inteligente. Ella siempre me enseñaba muchas cosas, me decía “mirá Hebe, cuando vos vas a una reunión y hay uno con un micrófono, te tenés que dar cuenta que ese es el que va a dirigir la reunión y la va a mandar, porque el micrófono le da el poder, pero vos sabés qué tenés que hacer, aunque sea pararte arriba de una mesa, pero no lo dejes porque vos tenés fuerza para eso” y un día yo la vi a ella en una reunión en Familiares parada arriba de una silla discutiéndole a Cata Guagnini, por el tema del micrófono.[tiempo después] apareció la hija y ella siguió con las Madres. Nosotras le decíamos que teníamos miedo, porque le decíamos que “si apareció tu hija, ahora qué va a pasar”, pero le había quedado el yerno desaparecido. Ella tenía un convencimiento político impresionante: conocía todo, sabía de todo, te explicaba todo." El grupo completo secuestrado estaba integrado por Azucena Villaflor de Vicenti, Esther Ballestrino de Careaga, María Ponce de Bianco (las tres fundadoras de Madres de Plaza de Mayo), las monjas Alice Domon y Léonie Duquet, y siete activistas de derechos humanos. A pesar de este hecho, las madres continuaron la lucha, hasta hacerse reconocibles durante la realización del Mundial de Fútbol de 1978 en Argentina, cuando periodistas internacionales empezaron a entrevistarlas y dieron a conocer su movimiento.Según Hebe de Bonafini: "Para mí, una de las cosas más importantes es que Holanda haya pasado en vez del mundial (Argentina ’78) la marcha de las Madres, porque era jueves y ahí nos conoció el mundo. Yo creo que eso fue un cimbronazo muy grande para las Madres porque inmediatamente las mujeres de Holanda nos escribieron y nos dijeron “estamos a su disposición”, y ellas juntaron el dinero para que tengamos la primer casa, porque si no tan desboladas y tan desarmadas como estábamos yendo a las iglesias que nos pateaban o yendo a un confitería de la que nos teníamos que ir temprano porque si no nos llevaban presas, no sé si hubiéramos podido durar porque estuvimos tres años sin tener dónde reunirnos"[1] Entre los años 1978-1979 Las Madres comienzan a salir al exterior para hacer conocer el drama de los desaparecidos y solicitar que se aislara a la Dictadura Argentina, primero a Europa y luego a EEUU Fueron escuchada e invitadas. Amnesty International patrocinó un viaje en 1979 que abarcó 9 países para exponer ante gobernantes de Europa y los Estados Unidos la situación real en la República Argentina. También para nosotras nos marcó muchísimo el primer viaje que hicimos, animarnos a salir a Europa cuando nadie salía.Yo pienso también que cuando se fueron formando los grupos de solidaridad fueron todos lazos de contención muy fuerte para las Madres, tal vez la gente no se dio cuenta, el Frente de Apoyo a las Madres y los grupos de apoyo en distintas partes de Europa.[2] En 1980 empieza a crearse por las madres la idea de que aún si los desaparecidos estuvieran muertos, se seguirá buscando el esclarecimiento como si siguieran vivos, porque el delito es constante hasta que no aparezca el cuerpo, concepto que después evolucionaria en la idea de que la víctimas que no están, no son solo las que fueron eliminadas por la dictadura, sino que ellas representan a todos los que lucharon contra el poder. En 1980, Emilio Mignone y Adolfo Pérez Esquivel, con la convicción de que Los desaparecidos "estaban todos muertos", salieron al mundo a decir que ya no había más nada que hacer, que en 1979, cuando vino la Comisión de Derechos Humanos, se había hecho el "blanqueo" de los campos de concentración. Nosotras estábamos en Suecia, y empezamos a decir "no podemos bancar que los civiles, que el Premio Nobel, digan que están ‘todos muertos’. ¡De ninguna manera, tenemos que sacar una declaración, nadie nos dijo qué pasó con ellos, no podemos aceptar la muerte de nuestros hijos". Y el 5 de diciembre de 1980 sacamos la famosa frase, de cuestionamiento a un sistema perverso: "Aparición con vida", porque no hemos de dejar morir a nuestros hijos, "Aparición con vida" en cada lugar donde un hombre o una mujer pelean y luchan y levantan un fusil para defenderse, ahí están ellos ¡"Aparición con vida"! ¡De verdad, no es una utopía ni una locura!
Teléfono rojo, volamos sobre Moscú
Grupos antisistema
El movimiento antisistema es una invención de los medios de comunicación burgueses que reflejan toda aquella posición disidente y subversiva ante el sistema actual imperante, como si se tratase de una tribu urbana más. Su base ideológica, según la prensa, es compleja, amplia y heterodoxa, donde antiglobalización, anticapitalismo e inconformismo militante se nutren de diversas ideologías, movimientos cívicos y éticos, asociaciones e incluso partidos políticos. Cualquier movimiento que busque una confrontación o un cambio ante las instituciones establecidas puede ser denominado antisistema por los medios de comunicación. Las fuerzas democráticas denominan "grupos antisistema" a los grupos y asociaciones de personas descontentos o en desacuerdo con el orden republicano tradicional, y de varias de sus instituciones sociales, políticas o económicas, y que desean de algún modo cambiarlo, y que lo demuestran mediante las protestas callejeras o actividades fuera del mainstream político o social. Estos grupos denominados antisistema pueden ser variados y de un amplio espectro (extrema izquierda o extrema derecha, entre otros). Sin embargo, al igual que en el movimiento antiglobalización, suelen confluir y coincidir en el tipo de acciones y actividades, así como posicionamientos y actitudes tales como las manifestaciones.
Asalto a la embajada estaunidense en Teheran
La crisis de los rehenes en Irán, se desarrolló en un periodo de 444 días, durante el cual el nuevo gobierno surgido tras la revolución iraní, tomó como rehenes 66 diplomáticos y ciudadanos de los Estados Unidos de América (EE.UU.). La crisis empezó el 4 de noviembre de 1979 y duró hasta el 20 de enero de 1981. El 22 de octubre de 1979 el Sah Mohammad Reza Pahlevi, monarca de Irán, viajó a Nueva York para ser sometido a un tratamiento contra el cáncer. El 1 de noviembre el nuevo líder de Irán, el ayatolá Ruhollah Jomeini, lanzó a su pueblo a manifestarse contra intereses de Estados Unidos e Israel. El 4 de noviembre la embajada estadounidense fue rodeada por un grupo de alrededor de 500 estudiantes iraníes (aunque los números varían entre 300 y 2000) que se dieron a conocer como los Discípulos del Imán. Parte de este grupo islamista se juntó alrededor de la embajada a modo de protesta. Durante el disturbio y con la confusión, seis personas escaparon y se ocultaron en el apartamento de uno de ellos antes de encontrar refugio en la embajada canadiense, donde les dieron pasaportes falsos, de modo que pudieran dejar la embajada canadiense sin ser identificados. Trece de los rehenes, concretamente las mujeres y los afroamericanos que había en el grupo, fueron liberados entre el 19 y 20 de noviembre, pero los 53 restantes siguieron como prisioneros, si bien un último rehén fue liberado debido a una enfermedad el 11 de julio de 1980. A menudo, se mostraban los rehenes con los ojos vendados a la población local y a las cámaras de televisión. Los ciudadanos cautivos serían liberados únicamente a cambio de la extradición del Sah a Irán, para ser juzgado por "crímenes contra el pueblo iraní". También ha sido considerado un acto de venganza contra los años en los que Estados Unidos había apoyado la política autoritaria del Sah. Jomeini era un fuerte antiestadounidense en su retórica, denunciando al gobierno estadounidense como "el Gran Satán" "y el enemigo del Islam". De hecho, la embajada ya había sido secuestrada brevemente una vez durante la revolución. El presidente estadounidense, Jimmy Carter, inmediatamente aplicó presión económica y diplomática sobre Irán: las importaciones de petróleo de Irán se cortaron el 12 de noviembre, de 1979, algunos iraníes en EE.UU. fueron expulsados (aunque muchos de ellos no tenían ninguna relación con la crisis o con el nuevo gobierno iraní), y alrededor de 8 mil millones de dólares en activos iraníes en EE.UU. se congelaron el 14 de noviembre de 1979. En febrero de 1980, el gobierno iraní hizo públicas sus demandas a cambio de la liberación de los rehenes. Exigían la vuelta del antiguo Sah a Irán, aparte de algunos gestos diplomáticos como el reconocimiendo de las acciones que EE.UU. había tomado en Irán (incluyendo el golpe de estado apoyado por EE.UU. contra el primer ministro Iraní en 1953) y la promesa de no volver a interferir en el futuro. Carter rehusó ceder a las demandas. Jomeini utilizó la situación para consolidar su poder y anular los desafíos del ala moderada de su gobierno, encabezada por su presidente. La euforia por la humillación a la nación más poderosa distrajo al pueblo iraní de las dificultades económicas de su país. Carter, en abril de 1980, rompió relaciones diplomáticas con Irán e impuso un embargo comercial, exceptuando medicinas y alimentos. Los fondos iraníes en EE.UU. quedaban congelados y contabilizados para indemnizar a los rehenes al ser liberados y pagar las demandas de las empresas estadounidenses contra Irán. Un problema de relaciones internacionales se convirtió en un problema electoral. Su principal contrincante, el republicano Ronald Reagan, acusaba a Carter de “estar equivocado desde el principio”. Reagan declaró: "Los rehenes no debieron estar cautivos seis días, mucho menos seis meses." En realidad, el 9 de noviembre de 1979, apenas cinco días después del secuestro del personal de la embajada, Carter ordenó a sus asesores pensar en opciones militares, entre ellas una misión de rescate. Diez días después, el informe estaba en su escritorio. Se propuso bombardear algunas instalaciones petrolíferas de Irán, bloquear el país por mar y llevar a cabo ataques aéreos. Pero, tras la invasión soviética de Afganistán en diciembre de 1979, la Administración no lo consideró oportuno, máxime, recordando que una de las razones que llevó al Ejército soviético a Afganistán fue el temor a una intervención directa de EE.UU. en Irán. Optaron por la opción con menos bajas colaterales. Autorizó a la unidad antiterrorista Luz Azul a planear y entrenarse para la misión. Quería agotar las posibilidades de una solución diplomática. Carter declaró el 8 de enero, en una conferencia de prensa, que descartaba cualquier intento de rescate porque "seguramente fracasaría... y los rehenes morirían". A petición de Carter, el presidente Omar Torrijos Herrera recibió a Pahlevi en Panamá el 15 de diciembre. La información sobre la Embajada y sus captores aumentó gracias a las declaraciones de los 13 rehenes liberados en noviembre por los iraníes y por las noticias que suministraban los agentes encubiertos. Las autoridades estadounidenses recibieron varias ofertas. La unidad antiterrorista alemana GSG 9 se ofreció para situar agentes en un equipo de la TV alemana invitado a visitar la embajada. El SAS británico brindó su asistencia con información previa a la misión. Las dos ofertas fueron rechazadas. El 11 de abril de 1980, Carter ordenó iniciar la misión de rescate. Involucraría las cuatro ramas del ejército: infantería, fuerza aérea, marina e infantes de marina. Carter aprobó una misión secreta de rescate, que resultó ser un fiasco: la operación Garra de Águila (Eagle Claw). Al mando del coronel Charlie Betwik de las fuerzas especiales. Diseñó la operación en dos partes: Un grupo se dedicaría exclusivamente a rescatar los rehenes, mientras el otro realizaría ataques de distracción. Seis aviones de transporte C-130 Hércules despegarían de una base aérea egipcia, circunvalarían la península arábiga y aterrizarían en un punto del desierto iraní, cuyo nombre en clave era Desierto Uno, 400 km al suroeste de Teherán. Ahí se les unirían ocho helicópteros, procedentes del portaaviones Nimitz en el cercano golfo Pérsico, que llevarían a los comandos -una fuerza selecta de 90 voluntarios- a la capital, donde el aterrizaje y asalto se coordinarían con marines que llegarían en camiones camuflados con emblemas del ejército iraní. Los pesados vehículos derribarían las puertas del recinto. Tres helicópteros aterrizan en el edificio de la embajada, cubiertos por las ametralladoras de otros tres helicópteros que sobrevuelan el lugar. Noventa soldados de elite desembarcan y se unen a los escuadrones de marines en camiones. Vencen fácilmente a los guardias y liberan a los rehenes. Otro grupo saca tres rehenes que tienen separados en el cercano Ministerio del Interior iraní. Mientras los milicianos iraníes se disparan en medio de la confusión, el comando lleva a los rehenes a abordar los helicópteros. Los rehenes liberados y los comandos viajarían en los helicópteros a Desierto Uno, donde abordarían los aviones de transporte para volar hacia Egipto, a salvo. Tras reabastecerse en los C-130, los helicópteros regresarían al portaaviones. El plan sufrió reajustes. Los helicópteros RH-53 no poseían el alcance suficiente para volar desde Omán o desde un portaaviones hasta el emplazamiento elegido cerca de Teherán, donde debían repostar tomando el combustible de los tanques de goma arrojados por transportes Lockheed C-130. Las pruebas de lanzamiento de estos tanques se retrasaron y resultaron un fracaso. Modificaron el plan de nuevo. En vez de trasladarse a bordo de los helicópteros, la Fuerza Delta volaría hasta el lugar de cita en tres MC-130 Hercules mientras los helicópteros se dirigían hacia el punto de encuentro directamente desde el portaaviones, reaprovisionados desde tres EC-130 Hercules. Los tres EC-130 pertenecían al 7.° ACCS, mientras que los MC-130 se reclamarían a los Escuadrones de Operaciones Especiales 1, 7 y 8, con bases, respectivamente, en Filipinas, Alemania y Florida. El plan de rescate tomó forma. Una cita en el desierto, a casi 490 km. al sur de Teherán era la alternativa. Tres hombres demostraron el 31 de marzo que era posible aterrizar y despegar en ese sitio. Este punto pasó a denominarse como Desierto Uno y a él transportarían a la Fuerza Delta, allí transbordaría de los MC-130 a los RH-53, que deberían repostar previamente en ese mismo lugar. Después los helicópteros volarían a unos 80 km. al sudeste de la capital iraní, para llegar allí aproximadamente una hora antes de rayar el día. Los RH-53 volarían a continuación hasta un segundo escondite. Después de descansar durante el día, la Fuerza Delta llegaría con las primeras horas de la tarde a Teherán en camión, desechando la escandolosa llegada en helicópteros que no habría pasado desapercibida. Los rehenes serían liberados por asalto directo y evacuados al estadio de fútbol donde los recogerían los RH-53. Dos AC-130 Hercules permanecerían a la espera, uno de ellos en vuelo sobre el aeropuerto internacional Mehrabad para impedir que los dos McDonnell Douglas allí basados pudiesen despegar y el otro sobre la Embajada, listo para detener cualquier intento acorazado iraní. Después de ser evacuados, los edificios serían destruidos por el Hercules para no dejar detrás nada que pudiese utilizarse como propaganda. En el estadio, la Fuerza Delta y los rehenes embarcarían en los helicópteros y volarían hacia un aeródromo abandonado a medio camino entre Teherán y la ciudad santa de Qom. En una ocasión los estadounidenses consideraron la evacuación de rehenes y comandos desde el estadio a bordo de un Hercules equipado con despegue asistido por cohetes, pero el plan fue abandonado al estrellarse el avión de prueba. El aeródromo se habría asegurado mediante una fuerza, con los efectivos de una compañía de Ranger y estos hombres, junto con los rehenes y la Fuerza Delta serían trasladados a Omán en avión. Durante todas las fases de la Operación, la Fuerza Delta podía solicitar ayuda aérea del portaaviones USS Nimitz (CVN-68) que habría enviado sus A-6 Intruder y Vought A-7 Corsair II de ataque y con interferidores electrónicos Grumman EA-6B Prowler, con cobertura superior de los Grumman F-14 Tomcat. Un McDonnell Douglas C-9 Nightingale de evacuación sanitaria habría estado a la espera por si se producían bajas. A finales de 1979 seis RH-53 fueron transportados a la isla Diego García, en el Océano Índico. Allí se montaron y probaron en vuelo antes de ser embarcados en el portaaviones USS Kitty Hawk (CV-63) que estaba destacado en el Mar de Arabia. En enero del siguiente año fueron transferidos al Nimitz, que llevaba otros dos. Carter aprobó el inicio de la Operación el 16 de abril y la Fuerza Delta voló desde la base aérea de Pope a la de Fráncfort del Meno el 20 de abril. Allí la fuerza recibió otros 13 hombres cuya tarea sería rescatar los rehenes mantenidos dentro del edificio de Asuntos Exteriores. Después volaron a Egipto, para llegar la mañana del 21 de abril. Aunque la misión iba a controlarse desde Egipto, donde se disponía de instalaciones de comunicación por satélite, se partiría desde una isla en la costa de Omán. A bordo del Nimitz se encontraban los A-7 Corsair del VA-82 y del VA-86, los A-6 Intruder del VA-35, los F-14 Tomcat del VA-41 y del VF-84, así como varios Prowler, Vikings, McDonnell Douglas Skywarrior y Grumman Hawkeye. El Coral Sea embarcaba los A-7 del VA-27 y VA-97, así como los F-4N Phantom del del VFMA-323. Por la tarde del jueves 24 de abril, los C-130 despegaron de Egipto para cruzar Irán en vuelo rasante, y evitar ser detectados por los radares. La operación estaba planeada de una forma tan compleja, que necesitó la colaboración de Egipto, Omán, Bahréin, Turquía e Israel. Ese 24 de abril, los 132 hombres del equipo emprendieron el vuelo rumbo a Desierto Uno abordo de los tres MC-130. La fuerza la formaban 93 hombres de Delta, los 13 del equipo de rescate del edificio de Asuntos Exteriores, una docena de conductores y otra docena de hombres para vigilar las carreteras y dos ex-generales iraníes. El primer MC-130 despegó una hora antes que el resto de la Fuerza, y cruzó la costa iraní a 120 m. de altura. El avión llegó a Desierto Uno y conectó una radiobaliza dejada por el avión de exploración, antes de aterrizar y desplegar el equipo de vigilancia de carretera. Pero antes que el MC-130 pudiese volver a despegar llegó a la escena un autobús iraní con 43 pasajeros civiles. Fue detenido, registrado y los civiles apresados. Poco después llegaba un camión que, tras ignorar las órdenes de detenerse, fue destruido por un arma ligera contracarro M72. El conductor consiguió escapar en un automóvil. Los ocho RH-53D tenían que llegar unos treinta minutos después del último Hercules. Pero finalmente llegaron desde todos los puntos cardinales y escalonados con retrasos de entre 60 y 90 minutos. Sólo seis consiguieron llegar además, al verse obligado a aterrizar en ruta uno de ellos por temor a una rotura de pala y otro por abortar la misión tras perder parte del sistema de control de vuelo y algunos instrumentos al ser sorprendido por una tormenta de arena. El resto de la formación hubo de volar entre nubes de polvo en suspensión y los dos de la cabeza incluso se vieron forzados a tomar tierra en el desierto y esperar durante 20 minutos a que mejoraran las condiciones. Mientras se reabastecían de combustible en el desierto, detectaron, un problema hidráulico en otro helicóptero. No podía repararse y usarlo era arriesgarse a un fallo completo del sistema de control de vuelo. El coronel a cargo se enfrentó a un dilema: el mínimo indispensable para rescatar a los rehenes se había fijado en seis helicópteros; tenía sólo cinco. Solicitó autorización para continuar la misión. Carter ordenó el abandono de la misión. Aunque en el plan original los RH-53D iban a ser abandonados, se decidió no dejarlos en Desierto Uno. Pero los Hércules habían gastado mucho combustible después de permanecer tres horas en funcionamiento. El primero de los RH-53D llegados necesitaba una carga completa de combustible, que había agotado para llegar hasta el Nimitz. Después despegó en medio de una nube de arena para virar ligeramente al pasar sobre el ala de uno de los cisternas EC-130. Una pala del rotor principal rozó el fuselaje y lo cortó causando una gran explosión cuyas llamas envolvieron a las dos aeronaves. Las detonaciones de la munición dificultaron la evacuación de los supervivientes e impidieron recuperar los cuerpos de los tres muertos en el helicóptero y los cinco más fallecidos en el EC-130. Fueron dañados mas helicópteros. Todo el personal embarcó en los Hercules y abandonaron los RH-53D, ya que los cisternas no disponían de combustible ni siquiera para incendiarlos. La Fuerza Delta regresó en vuelo a Masirah, donde los hombres fueron transferidos a un C-141 StarLifter y a un C-9A. Los aviones volaron entonces a Ramstein en la República Federal de Alemania, después de repostar en Bahréin. En total murieron cinco tripulantes de un C-130, y tres marines del RH-53. Otros cuatro soldados sufrieron quemaduras graves. Los cuerpos se abandonaron cuando tuvieron que hacer frente a los iraníes armados que aparecieron en Desierto Uno. Los comandos se apiñaron en los C-130 restantes para salir apuradamente. Los cadáveres de algunos de estos soldados fueron expuestos en las calles de Teherán durante protestas callejeras delante de cámaras de televisión que emitían para todo el mundo. Los aparatos que habían tomado parte de la misión fueron olvidados por los iraníes, aunque posteriormente los mostrarían a los medios de comunicación. El secretario de Estado de Carter, dimitió por oponerse a la misión. Después del fracaso los militantes iraníes dispersaron a los rehenes en varios lugares de la capital para imposibilitar otra misión de rescate. Carter apareció en la televisión y ante todo el país se responsabilizó del fracaso. "Fue mi decisión intentar la misión de rescate", declaró, "y fue mi decisión cancelarla cuando surgieron problemas". Un segundo intento de rescate fue planificado usando un Hércules YMC-130 modificado. Equipado con motores a propulsión en su parte delantera y trasera para permitir un aterrizaje y un despegue sumamente cortos, en apenas lo que ocupa un estadio de fútbol. Tres aviones fueron modificados conforme a un programa apresurado y de alto secreto conocido como Deporte Creíble. Uno de estos aviones se estrelló durante una demostración en Florida (Base auxiliar 3 de las Fuerzas Aéreas) el 29 de octubre de 1980 cuando el sistema de aterrizaje (frenaba gracias a los cohetes) fue encendido demasiado pronto causando un aterrizaje brusco que arrancó un ala, para incendiarse posteriormente. Por suerte, toda la tripulación sobrevivió. Pero esto condujo a un abandono del proyecto. Los dos aviones que no fueron probados se devolvieron al ejército regular sin los cohetes. En 1980, la muerte del Sah (el 27 de julio) y la invasión de Irán por parte de Iraq en septiembre hizo a Irán más propenso a la resolución de la crisis de los rehenes. En EE.UU., Carter perdió en noviembre de 1980 la reelección presidencial en beneficio de Ronald Reagan. La mayor parte de los analistas creen que los errores de Carter al intentar solucionar la crisis desempeñaron un papel importante en su derrota. La Cámara de Representantes estadounidense dirigió un mensaje a Irán instándole a reconsiderar el problema de los rehenes. El Parlamento contestó que EE.UU. debía asumir las responsabilidades financieras y económicas derivadas de las acciones de Mohammad Reza Pahlevi: devolución de los fondos del Sah, cancelación de las demandas contra Irán, descongelamiento de los cuantiosos fondos iraníes en bancos estadounidenses y la promesa de no intervenir en los asuntos internos iraníes. Ronald Reagan, el candidato presidencial republicano, aseguró que aceptaría tres de esas condiciones y dejaría la decisión sobre los fondos a nombre del Sah en manos de los tribunales. Los rehenes fueron enviados a la base aérea de Fráncfort del Meno en la RFA, donde fueron recibidos por el ya ex-presidente Jimmy Carter (como emisario de la administración Reagan), y desde allí tomaron un segundo vuelo a Washington DC, donde recibieron la bienvenida como héroes.
Periodista rusa asesinada preparaba reportaje sobre torturas en Chechenia
La reportera rusa Anna Politkóvskaya, asesinada en su apartamento de Moscú, preparaba un reportaje sobre torturas y secuestros en Chechenia, según han declarado sus compañeros. La víctima, que había informado de los abusos del Ejército ruso en la república caucásica en el bisemanario Novaya Gazeta, fue hallada muerta en el ascensor del edificio de apartamentos donde residía y presentaba dos heridas de bala, una de ellas en la cabeza. El crimen añade a Politkóvskaya a la lista de más de 300 periodistas muertos o desaparecidos en Rusia desde 1991. Su último reportaje incluía fotografías de cuerpos torturados y declaraciones de testigos, y estaba previsto que se publicase al día siguiente. "No sabemos quién la mató", asegura la publicación en su edición digital, en la que apunta dos posibilidades: "O bien ha sido la venganza de Ramzán Kadírov --primer ministro checheno--, sobre quien Politkóvskaya escribía a menudo, o bien de los que quieren que las sospechas caigan sobre él".
Numerosas voces de todo el mundo han expresado su indignación y han condenado el asesinato. Entre ellas destacan Estados Unidos, la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) y muchas asociaciones de periodistas y entidades de defensa de los derechos humanos.
Las palabras tienen dueño y precio. La periodista rusa Anna Politkóvskaya, una incansable adversaria del Kremlin conocida por su crítica cobertura de la guerra de Chechenia, fue asesinada a tiros en el ascensor de su casa en el centro de Moscú. La policía rusa informó de que el cuerpo sin vida de Politkóvskaya, con impactos de bala, fue encontrado por una vecina a las 17.10 horas. Los disparos del asesino, que la esperaba en la entrada del edificio donde la periodista tenía alquilaba un piso, alcanzaron a Politkóvskaya cuando se disponía a salir del ascensor. La periodista se dirigía a su coche para coger unas bolsas con compras que acababa de hacer en un supermercado cercano. Ya había subido una parte y se disponía a recoger el resto. Una cámara instalada en el portal de la casa captó unas imágenes borrosas del presunto asesino, "un hombre joven y alto vestido de negro". "Le seguían la pista desde que salió de compras. Sabían que iba a bajar otra vez. No hay duda de que se trata de un asesinato premeditado", dijo una fuente policial.
Dmitri Muratov, el director del diario independiente Novaia Gazeta, dijo a la televisión rusa que Politkóvskaya "fue asesinada porque no tenía miedo a nadie, no aceptaba dádivas". El expresidente de la antigua URSS Mijail Gorbachov uno de los accionistas de Novaia Gazeta, dijo que el rotativo llevará a cabo una investigación propia del asesinato. "Este es un asesinato salvaje contra una periodista valiente y profesional", afirmó. La principal versión de la muerte de Politkóvskaya es que se trata una venganza por su labor profesional. "Este crimen pudo haber sido relacionado con las actividades cívicas de Politkóvskaya", dijo el vicefiscal de Moscú, Viacheslav Rosinski. Politkóvskaya era la única periodista rusa que seguía informando sobre Chechenia y escribía en Novaia Gazeta largos artículos en los que describía como un "campo de concentración" la situación en la república caucásica bajo el régimen del primer ministro prorruso, Ramzan Kadirov. También denunciaba la política de sangre y fuego llevada por el Kremlin en el Cáucaso. La mayoría de políticos rusos --oficialistas, nacionalistas y liberales--, coincidieron al señalar que el asesinato fue político. "Politkóvskaya era una mujer incómoda para muchos, puesto que escribía y decía aquello que no le gustaba al poder", declaró Luibov Sliska, vicepresidenta de la Duma.
Era atractiva y delicada, aunque era difícil suponerlo a través de sus reportajes de metal en los que condenaba al régimen de Vladimir Putin y a sus colaboracionistas en Chechenia. Y lo cierto es que presumía que la iban a matar. "Sí que tengo miedo. ¿Cómo no voy a tener miedo después de todo?", confesaba Anna Politkóvskaya a este corresponsal en febrero del 2005, tras una entrevista después de recibir el Premio Vázquez Montalbán de Periodismo Internacional. Tenía la ilusión de que el renombre internacional iba ser su escudo, su seguro de vida en Rusia, donde cada vez sentía más odio a su persona. Pero no ha sido así. En varias ocasiones ya había estado entre la vida y muerte en circunstancias extrañas. En el 2004, se dirigía a Beslán para interceder por los niños secuestrados en la escuela. Cuando llegó al aeropuerto de Moscú, todos los vuelos hacia el sur estaban cancelados. Ya se iba cuando se acercó a ella un empleado del aeropuerto que le ofreció viajar en un chárter. En el avión iban agentes del Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB). Le sirvieron un te y a los cinco minutos perdió el conocimiento. Volvió en sí en un hospital. La investigación de este caso por la fiscalía rusa no ha dado resultados. En el 2001, los militares rusos que la detuvieron insinuaron lo que podrían hacer a sus hijos, y la sometieron a un falso fusilamiento por denunciar las torturas a los chechenos en los campos rusos. Hija de un diplomático ruso en EEUU, Politkóvskaya nació en Nueva York en 1959. A pesar de su imagen pública de una periodista guerrera, la Politkovskaya íntima era una mujer encantadora con una sonrisa que desarmaba a su interlocutor. Su vida estaba llena de encuentros y viajes, pero confiaba que "daría un ojo de la cara" por poder descansar en la cama de su casa. "No tengo ganas de viajar. Me siento cansada de tantos viajes y quiero estar en casa para dedicar más tiempo a mi familia", aseguraba. Pero su pasión por la labor periodística pesaba más. "A veces me apasiono demasiado por lo que escribo", confesaba . En el 2002, cuando decidió a conversar con los terroristas chechenos que tomaron cientos de rehenes en el Teatro Dubrovka de Moscú, su hijo telefoneó para decirle: "¡No lo harás! ¡No lo soportaremos!". Reconocía más tarde: "Mi hijo se ha cansado de pasar nervios por mí".
Las Torres Gemelas
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 (comúnmente denominados como 9/11 en el mundo anglosajón y 11-S en España y Latinoamérica), fueron una serie de atentados suicidas que implicaron el secuestro de cuatro aviones de pasajeros por parte de 19 miembros de la red yihadista Al-Qaeda. Se dividieron en cuatro grupos de secuestradores, cada uno de ellos con un piloto que se encargaría de conducir el avión una vez ya reducida la tripulación de la cabina. Los dos primeros aviones fueron el Vuelo 11 de American Airlines y el Vuelo 175 de United Airlines que fueron estrellados contra las torres gemelas del World Trade Center, un avión contra cada torre, haciendo que ambas se derrumbaran en las dos horas siguientes. El tercer avión secuestrado fue el Vuelo 77 de American Airlines que impactó contra la esquina del Pentágono en Virginia. El cuarto avión, que fue el Vuelo 93 de United Airlines, no alcanzó ningún objetivo ya que los pasajeros y tripulantes intentaron recuperar el control y, debido a eso, se estrelló en un campo abierto, en Shanksville, Pensilvania. Aparte de los 19 secuestradores hubo unas 2.973 personas fallecidas confirmadas y unas 24 continúan desaparecidas como consecuencia de los dichos atentados. Este atentado se caracterizó por el empleo de aviones como armamento, creando una situación de temor mayor en todo el mundo occidental y dando comienzo a la Guerra contra el terrorismo. Los atentados del 11 de septiembre del 2001 fueron descritos por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como "horrendos ataques terroristas". Cuatro aviones de pasajeros fueron secuestrados en ruta hacia el estado de California desde el Aeropuerto Internacional de Boston, el Aeropuerto Internacional Washington-Dulles y el Aeropuerto Internacional Libertad de Newark. Los cuatro aviones tenían como destino el estado de California, los tres primeros aviones hacia Los Ángeles y el último avión a San Francisco, por lo que sus depósitos de combustible iban llenos con unos 91.000 litros y unos 65.455 kg.[3] Los dos primeros aviones impactaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center, el tercero contra el Pentágono en Washington DC y el cuarto en un campo abierto en Shanksville Pensilvania. Algunos pasajeros y miembros de la tripulación de los aviones secuestrados pudieron llamar con sus teléfonos móviles, informando de que había varios secuestradores en cada avión. Un total de 19 fueron más tarde identificados por el FBI, cuatro en el vuelo United 93 y cinco en los otros tres vuelos. Según revelaron los testimonios desde los propios aviones, los secuestradores habían tomado el control de éstos usando simples navajas con las que mataron a azafatas de vuelo y al menos a un piloto o pasajero. Según las investigaciones de la Comisión del 11-S, se tiene constancia también de que fue usado algún tipo de espray para retener a los pasajeros en la cabina de primera clase. Asimismo se amenazó con la presencia de una bomba en tres de los aviones; no fue así en el American Airlines 77. Según las conclusiones de esta comisión, se piensa que los avisos de bomba eran probablemente falsos.
En el cuarto avión, la caja negra reveló que los pasajeros, después de enterarse de que el resto de aviones habían sido estrellados deliberadamente, trataron de retomar el control de los aparatos, a lo que los secuestradores reaccionaron moviendo el avión en un fallido intento para someter a los pasajeros. De acuerdo con la grabación 9-1-1, uno de los pasajeros, Todd Beamer, pidió a la persona con quien hablaba por teléfono que rezara con él y al finalizar simplemente dijo "let's roll". Poco después, el avión se estrelló en un campo cercano a Shanksville en Pensilvania a las 10:03.11 am hora local. Existe un debate acerca del momento exacto en que el avión chocó contra el suelo ya que los registros sísmicos registran el impacto a las 10:06 am. Posteriormente el líder de Al Qaeda capturado Khalid Shaikh Mohammed dijo que el vuelo 93 tenía como objetivo el Congreso de los Estados Unidos. La expresión "let's roll" comenzó a ser ampliamente usada en los Estados Unidos luego de los ataques. Neil Young compuso una canción con ese título como tributo a las víctimas. Por su parte, la viuda de Beamer patentó la frase como marca registrada. Los atentados extendieron la confusión en todos los Estados Unidos. A lo largo del día se sucedió la publicación de todo tipo de informes y noticias sin confirmar y contradictorias. Una de las más persistentes fue la de que había estallado un coche bomba en la sede central del Departamento de Estado de los Estados Unidos, el edificio Trumann en Washington D.C.. Esta falsa noticia pasó por las agencias de noticias y llegó a ser publicada por varios periódicos ese día. Otro informe difundido por la agencia Associated Press afirmaba que el vuelo 1989, un avión Delta 767, había sido también secuestrado. La noticia resultó ser también un error, el avión había sido considerado brevemente como en riesgo de secuestro pero finalmente respondió a los controladores aéreos, aterrizando a salvo en el aeropuerto de Cleveland, Ohio.
Las muertes se contaron por miles, pereciendo exactamente 2.973 personas, incluyendo 246 muertos en los cuatro aparatos estrellados (ninguno de los pasajeros de los aviones secuestrados sobrevivió), 2.602 en Nueva York muertos tanto dentro de las torres gemelas como a sus pies, y 125 muertos dentro del edificio del Péntagono. Entre las víctimas se contaban 343 bomberos del departamento de bomberos de Nueva York, 23 policías del departamento de policía y 37 policías de la autoridad portuaria de Nueva York y Nueva Jersey. A fecha de hoy, aún permanecen 24 personas más entre la lista de desaparecidos. Según las cifras presentadas por el Departamento de Salud en enero de 2002, 247 latinos estuvieron entre los muertos del atentado terrorista de Al-Qaeda contra las Torres Gemelas, representando un 9% del total. De estos, 25 eran nacionales de la República Dominicana, 18 de Colombia, 13 de Ecuador, 6 de Cuba, 4 de Argentina[11] y 1 de Chile. En otros sitios, se habla de 15 muertos de México, así como otros de El Salvador, Honduras, Jamaica, Perú, Venezuela, Paraguay y Guyana. Los atentados supusieron el ataque terrorista de mayor importancia contra los Estados Unidos de América, superando al atentado de Oklahoma City cometido por los terroristas de ultraderecha Timothy McVeigh y Terry Nichols que causó 168 muertos y los ataques llevados a cabo por células de Al-Qaeda en 1998 contra embajadas de EEUU en los países africanos de Kenia y Tanzania.
Según la Comisión del 11-S, aproximadamente 16.000 personas se encontraban en las zonas de impacto del complejo del World Trade Center en el momento de los ataques. La gran mayoría de ellos sobrevivió, gracias a las labores de evacuación antes del derrumbe de las torres. La barcelonesa Alicia Esteve se hizo pasar por superviviente del atentado. Adoptó una identidad falsa (Tania Head); e incluso llegó a ser presidenta de la Red de Supervivientes de la catástrofe del World Trade Center. Gracias a The New York Times se desveló su fraude; y gracias al diario español La Vanguardia se descubrió su verdadera identidad.
Tres edificios en el complejo del World Trade Center se derrumbaron debido a fallos estructurales en el día de los ataques. La Torre Sur cayó a las 9:59 (hora local en Nueva York), tras estar en llamas durante 56 minutos en un fuego causado por el impacto del vuelo 175 de United Airlines a las 9:03. La Torre Norte cayó a las 10:28, tras estar en llamas aproximadamente 102 minutos en un fuego causado por el impacto del vuelo 11 de American Airlines a las 8:46. Un tercer edificio, el World Trade Center 7, se derrumbó a las 17:20, al parecer tras haber sido seriamente dañado por los escombros de las Torres Gemelas al caer, junto con una serie de incendios. Numerosos edificios adyacentes al complejo también sufrieron daños sustanciales, se incendiaron y tuvieron que ser demolidos. El edificio del Deutsche Bank es la única estructura grande que sufrió daños e incendios en la zona cero que en 2006 aún no había sido totalmente demolida, aunque se espera que sea completada a mediados de 2007. Una investigación técnica federal del edificio y de seguridad de los derrumbes de la Torres Gemelas y el WTC 7 fue realizada por el National Institute of Standards and Technology (NIST) del Departmento de Comercio de los Estados Unidos. Los objetivos de esta investigación, que tomó en cuenta la construcción del edificio, los materiales usados, y las condiciones técnicas que contribuyeron al derrumbe, se dieron por cumplidos el 6 de abril de 2005. La investigación estableció una serie de bases para: Mejoras las criterios con que que los edificios son diseñados, construidos, mantenidos y usados Mejoras en las herramientas y las indicaciones para la industria de la construcción y para los responsables de seguridad Revisiones de los reglamentos de incendio de los edificios, estándares, y prácticas Mejoras en la seguridad pública El informe concluye que la protección contra incendios de las infraestructuras de acero de las Torres Gemelas salió desprendida con el impacto inicial de los aviones y que, si esto no hubiera ocurrido, las torres probablemente habrían permanecido de pie. Los incendios debilitaron las vigas que sostenían los pisos, e hicieron que los pisos se combaran. A su vez, los pisos al combarse, tiraron de las columnas de acero exteriores hasta el punto que las columnas exteriores se inclinaron hacia el interior. Con los daños a las columnas principales, las columnas exteriores torcidas no pudieron soportar el peso de los edificios, produciéndose el derrumbe. Además, el informe afirma que los huecos de las escaleras de las torres no fueron reforzados adecuadamente para proporcionar una salida de emergencia para las personas que se encontraban por encima de las zonas de impacto. El NIST declaró que el informe final sobre el derrumbe del WTC 7 aparecería en un informe separado. Aparte del derrumbe de las Torres Gemelas y el WTC 7, otros 23 edificios fueron dañados. Actualmente al área ocupada por los restos materiales de las Torres Gemelas se la conoce como Zona Cero.
Aparte de las dos torres gemelas de 110 plantas cada una, cinco edificios del World Trade Center resultaron destruidos o seriamente dañados, entre ellos el edificio 7 del WTC y el hotel Marriott, cuatro estaciones del metro de Nueva York y la iglesia cristiana ortodoxa de San Nicolás. En total, en Manhattan 25 edificios sufrieron daños y siete edificios del complejo de negocios del World Trade Center fueron arrasados. Más tarde, el Deutsche Bank Building situado en la calle Libery street y Borough of Manhattan Community College's Fiterman Hall en el 30 de West Broadway tuvieron que ser demolidos debido al estado en que quedaron, que los hacía inhabitables. Actualmente, están a la espera de ser reconstruidos Varios equipos de comunicaciones también sufrieron daños. Sin ir más lejos, las antenas de telecomunicaciones de la Torre Norte cayeron con su derrumbe, mientras que otras antenas de radio de torres colindantes resultaron también gravemente dañadas. En el condado de Arlington, una porción del Péntagono fue severamente dañada por el fuego y el impacto del avión. Al cabo de un rato, una sección entera del edificio se derrumbó.
La economía estadounidense entró en una fase de recesión a finales de 2001, después de una década de crecimiento prácticamente ininterrumpido. La actividad económica ya había mostrado señales de agotamiento antes de los atentados, con la perdida de más de un millón de empleos en el sector industrial entre los meses de enero y septiembre. Los ataques terroristas agravaron la situación al reducirse fuertemente el consumo como consecuencia del estado de psicosis de la población, que evitaba visitar sitios concurridos o viajar. El sector aéreo fue uno de los más afectados, pues la demanda de vuelos comerciales se redujo drásticamente, debido sobre todo al temor de que se repitieran las acciones terroristas, y también a la resistencia del público a someterse a las medidas rigurosas de seguridad en los aeropuertos. En un intento por aliviar esta situación, el Congreso aprobó un paquete financiero de 15 000 millones de dólares para el sector aéreo, en tanto que el gobierno de Bush adelantó un recorte adicional de los impuesto para revitalizar el consumo; esta medida tuvo efectos negativos en el presupuesto, ya de por si mermado por los gastos de la guerra.
El FBI, trabajando junto el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, identifico a 19 secuestradores fallecidos en apenas 72 horas. Pocos habían tratado de ocultar sus nombres o tarjetas de crédito, y eran casi los únicos pasajeros de origen árabe en los vuelos. Así, el FBI pudo determinar sus nombres y en muchos casos detalles como la fecha de nacimiento, las residencias conocidas o posibles, el estado del visado, y la identidad específica de los sospechosos pilotos. El FBI publicó fotos de los 19 secuestradores, junto con la información sobre las posibles nacionalidades y sus apodos. Las pesquisas del Gobierno de los Estados Unidos incluyeron la operación del FBI PENTTBOM, la mayor de la historia con más de 7000 agentes involucrados. Los resultados de esta determinaron que al-Qaeda y Osama bin Laden tenían la responsabilidad de los atentados. A idéntica conclusión llegaron los estudios encargados por el gobierno británico. Su declaración de una guerra santa contra los Estados Unidos, y una fatwa firmada por Bin Laden y otros llamando a matar a civiles estadounidenses en 1998, son consideradas por muchos como evidencia de su motivación para cometer estos actos. El 16 de septiembre de 2001, Bin Laden negó cualquier participación en los atentados leyendo un comunicado que fue emitido por el canal de satélite qatarí Al Jazeera y posteriormente emitido en numerosas cadenas estadounidenses: "Insisto que no llevé a cabo este acto, que parece haber sido ejecutado por individuos con sus propios motivos." Osama bin Laden Sin embargo, en noviembre de 2001, las fuerzas de los Estados Unidos encontraron una cinta de video casera de una casa destruida en Jalalabad, Afganistán, en donde Osama bin Laden habla con Khaled al-Harbi. En varias secciones de la cinta, como en el párrafo citado a continuación, Bin Laden reconoce haber planeado los ataques: Nosotros calculamos por adelantado la cantidad de bajas del enemigo, que morirían debido a su ubicación en la torre. Nosotros calculamos que los pisos que debían ser embestidos eran tres o cuatro pisos. Yo era el más optimista de todos (inaudible) debido a mi experiencia en este campo. Yo pensaba que el fuego de la gasolina en el avión derretiría la estructura de hierro del edificio y solamente haría colapsar el área donde el avión chocara y los pisos por encima. Eso era todo lo que esperábamos. El 27 de diciembre de 2001, se difundió otro video de Bin Laden en el que afirma: Occidente en general, y EEUU en particular, tienen un odio indecible por el islam... El terrorismo contra EEUU es benéfico y está justificado. Poco antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2004, en un comunicado por video, Bin Laden reconoció públicamente la responsabilidad de al-Qaeda en los atentados de Estados Unidos, y admitió su implicación directa en los ataques. Dijo que los atentados se llevaron a cabo porque:...somos gente libre que no acepta injusticias, y queremos recuperar la libertad de nuestra nación. En una cinta de audio transmitida en Al Jazeera el 21 de mayo de 2006, Bin Laden dijo que él dirigió personalmente a los 19 secuestradores. Otro video obtenido por Al Jazeera en septiembre de 2006 muestra Osama bin Laden con Ramzi Binalshibh, así como a dos secuestradores, Hamza al-Ghamdi y Wail al-Shehri, haciendo preparaciones para los atentados. La Comisión Nacional sobre los Ataques Terroristas contra Estados Unidos fue formada por el gobierno de los Estados Unidos y es habitualmente conocida como Comisión 11-S. Publicó su informe el 22 de julio de 2004, concluyendo que los atentados estuvieron concebidos y llevados a cabo por miembros de al-Qaeda. En el informe de la Comisión se señala que: Los conspiradores del 11-S gastaron finalmente entre $400.000 y $500.000 USD para planificar y conducir su ataque, pero que los orígenes específicos del dinero usado para ejecutar los ataques permanece desconocido. El 11 De septiembre de 2007 bin laden emitió otro comunicado en el que decía: Califico de heroes a los pilotos de los aviones
sábado, 6 de junio de 2009
José Antonio Ortega Lara
José Antonio Ortega Lara (Montuenga, pedanía de Madrigalejo del Monte, Burgos, 1958) es un antiguo funcionario de prisiones español que se hizo conocido por el secuestro al que le sometió la organización terrorista ETA durante casi un año y medio entre 1996 y 1997. Es maestro y licenciado en Derecho. Actualmente vive en Burgos. Fue militante del Partido Popular entre 1987 y 2008.
El 17 de enero de 1996 José Antonio Ortega Lara fue secuestrado en el garaje de su casa en Burgos cuando volvía de su trabajo en el Centro Penitenciario de Logroño. Días más tarde ETA se hizo responsable del secuestro, el segundo que mantenía en esos momentos (José María Aldaya estaba secuestrado desde el 8 de mayo de 1995 ), exigiendo el traslado de los presos de la organización a cárceles vascas. El 1 de julio de 2000 la Guardia Civil lo localizó en un zulo de Mondragón después de pasar 532 días encerrado en el mismo. Tenía decidido quitarse la vida el 5 de julio, aunque pudo ser liberado cinco días antes. Las condiciones de su secuestro fueron penosas: el zulo en el que se hallaba, muy húmedo (pues se encontraba a pocos metros del río Deva), sin ventanas y situado bajo el suelo de una nave industrial, tenía unas dimensiones de 3 metros de largo por 2,5 de ancho. Ortega Lara sólo podía dar tres pasos en él. Disponía de la luz de una pequeña bombilla y sólo fue alimentado con frutas y verduras. No podía salir del habitáculo y sus necesidades las hacía en un orinal, en el que recibía también el agua para asearse. En el momento de su rescate, Ortega Lara había perdido 23 kilos, masa muscular y densidad ósea. Sufría de trastornos del sueño, estrés postraumático, ansiedad y depresión. La reacción de la banda terrorista fue secuestrar una semana más tarde, el 10 de julio, al concejal de Ermua (Vizcaya), Miguel Ángel Blanco, lanzando un ultimátum al Gobierno para que trasladase a 502 presos etarras en cárceles vascas, matándole de un tiro en la nuca si el gobierno no accedía a sus exigencias en 48 horas, amenaza que más tarde cumplieron. El 10 de junio de 2005 comenzó el juicio a los dirigentes etarras Julián Achurra Egurola (Pototo) y José Luis Aguirre Lete (Isuntza) por ser los organizadores del secuestro. Según la sentencia, "Pototo" ordenó a los ya condenados José Luis Erostegui, Javier Ugarte, Jesús María Uribecheverría y José Miguel Gaztelu Ochandorena que seleccionaran y recabaran información sobre una víctima para secuestrarla. También se les ordenó el acondicionamiento y mantenimiento de un cuchitril donde debían retenerla, por lo que construyeron un habitáculo de 3,5 metros cuadrados en la cooperativa Jalgi, en Mondragón. En 1998, los periodistas Belén de Delgado Soto y Antonio José Mencía Gullón publicaron Diario de un secuestro: Ortega Lara, 532 días en un zulo, narrando el secuestro del funcionario de prisiones. Aconsejado por los médicos y por su familia, José Antonio Ortega Lara se jubiló anticipadamente en 1997, una de las opciones que le ofreció el Ministerio del Interior, como víctima del terrorismo. En las elecciones municipales de 2003, Ortega Lara aceptó presentarse en la candidatura del Partido Popular (partido en el que militaba desde 1987) a la alcaldía de Burgos, encabezada por Juan Carlos Aparicio, en solidaridad con los concejales del País Vasco amenazados por ETA. Su presencia fue testimonial (iba en el penúltimo puesto) por lo que no salió elegido. En 2007, en la primera entrevista concedida tras su secuestro, en el programa informativo dirigido por Fernando Sánchez-Dragó en Telemadrid, se mostró frontalmente en contra del proceso de negociación emprendido por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero con ETA. También asistió a manifestaciones convocadas por la Asociación de Víctimas del Terrorismo en contra del gobierno debido a dichas conversaciones. Militante del Partido Popular desde 1987, llegó a formar parte de la candidatura al Ayuntamiento de Burgos en las elecciones municipales de 2003. Durante la crisis del Partido Popular tras las elecciones generales de 2008, el 22 de mayo, anunció su baja del partido por diferencias ideológicas.
domingo, 24 de mayo de 2009
General Alfonso Armada
Alfonso Armada y Comyn (Murcia, 12 de febrero de 1920) es un militar español, que alcanzó notoriedad por su participación en el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. A los 16 años se alistó en el ejército. Fue destinado en la Guerra Civil a los frentes de Madrid, Andalucía, Guadalajara, Teruel y Valencia. También combatió con la División Azul en el frente de Leningrado. En 1945, como comandante, fue instructor en varias escuelas militares. Dio clases militares al rey Juan Carlos y llegó a ser miembro del Estado Mayor Central. Otra de sus labores fue como secretario general de la casa del rey, puesto que ocupó durante 17 años. Sin embargo, sus enfrentamientos con el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y el hecho de que enviase cartas con el sello de la Casa Real pidiendo el voto para Alianza Popular en las elecciones de 1977 hicieron que fuese relevado. De la secretaría del monarca pasó a ser profesor principal de la Escuela Superior del Ejército y, poco antes del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, ocupó los cargos de gobernador militar de Lérida y, luego, segundo jefe del Estado Mayor del Ejército. Esta trayectoria se vio truncada el 23-F, al ser uno de los principales participantes del intento de golpe de Estado. Según los planes de los golpistas, sobre éste habría recaído la presidencia del gobierno que dirigiría el país si el intento de golpe no hubiese fracasado. Aunque no con total seguridad, se cree que él era el "elefante blanco" que esperaban los golpistas en el Congreso. Se descubrió que estaba implicado cuando se ofreció al Jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Gabeiras, para ir en persona al Congreso a proponer a Tejero una salida: su ofrecimiento para presidir un gobierno cívico-militar con presencia de líderes políticos. Tejero se negó rotundamente a que entrasen políticos de ideologia socialista en el gobierno y ahí empezó el fin del golpe. El 22 de abril de 1983, el Tribunal Supremo le impuso una condena de 30 años de carcel y pérdida de empleo, cumpliendo su pena en la cárcel de Alcalá-Meco. El 24 de diciembre de 1988, el Gobierno le indultó alegando razones de salud y que el reo acataba la Constitución Española. Desde su salida de prisión vive en su pazo de Ortigueira, en Santa Cruz de Ribadulla (Vedra, La Coruña, Galicia).